Vinilo!

Esas planchas negras como el carbón, de círculo perfecto, con esos surcos que con el desespero y la angustia de unos esclavos corren todos en una misma dirección, como si estuvieran buscando un sentido al viaje giratorio al que están condenados por un intenso espacio de tiempo, cuyo final depende del aguante de la pasión que sus dueños sufran por los mensajes fascinantes que sus cauces desprenden.

Vinilo!

Esa antigualla olvidada e ignorada por los que desconocen su historia. Lo que ahora esta considerado como un tesoro de incalculable valor para algunos y un molesto trozo de pasta para otros, significó para mí una inagotable fuente de emociones, mi compañero y amigo durante mis años de aprendizaje. Un libro sin páginas que se abría ante mí mostrándome los rincones velados de un paraíso cuyo goce era sensitivo y espiritual.

Además, pasé muchos días sin comer para conseguir algunos. Y meses. Hasta un año.

“Aprendimos más de una canción de 3 minutos que de todo lo que nos enseñaron en la escuela”
("No surrender", de Bruce Springsteen)


Extraído del libro "Locos de sangre caliente", por DB (1999)

Un acuerdo que acabó en K.O.

Una mujer mayor, llamada Hessie Donahue, tumbó una vez al campeón de los pesos pesados desde 1882 a 1892, John L. Sullivan.

Se montó una representación para entretener al público, y Hessie, casada con un director de una escuela para boxeadores en Massachusetts, se decidió a ser sparring, solo por divertimento. Conocía los movimientos por haber observado a su marido en su trabajo, y, cuando el campeón, previo acuerdo secreto, dijo en el ring que lo había desafiado una mujer, ella subió vestida con su blusa y su falda. Al campeón se le escapó un golpe muy fuerte, que dio de lleno en la cara de la pobre mujer. Esta, cabreada, le metió un gancho en la mandíbula que lo dejó tumbado por más de un minuto.

Causó tal sensación que decidieron seguir con la representación por unos meses más.

Extracto de la novela "La ciudad del silencio", por David Bea

Más historias de cementerios: Entre los indios y los chinos

Hace unos años, saltó la noticia de que en Seattle querían levantar un cementerio indio para hacer un campo de golf. Los indios se atrincheraron, formaron barreras y se armaron hasta los dientes para que nadie pudiera entrar. Fue terrible. Jugarían a la pelotita encima de todos aquellos fallecidos, pisoteando todas aquellas historias que ya eran historia. Querían pasar por encima de sus cadáveres, como yo hice cuando era pequeño (leer la entrada anterior del blog para posibles malentendidos), solo que ellos lo harían conscientemente, con mala leche indiferente. Al cabo de los años, fui a Seattle, y me enteré de que habían construído el campo de golf. La tierra de la libertad blanca y tintineante.

Cuando estuve allí, fui a visitar la tumba de Bruce Lee. Fue un momento muy emocionante. La tumba esta en el cementerio de Salk Lake City, y es un lugar tan grande como mi propia ciudad natal. Después de perderme, y volver a perderme, pregunté a un tipejillo bajo, con gorra, y con un gruñido me señaló la tumba; estaba justo detrás de mí. Era una lápida de color rojizo, y hay una foto de Bruce en la parte de arriba de la lápida, con sus famosas gafas anchas de sol, y mirando de perfil. Cuando llegué, había un grupo de chinos que también había ido a visitarla, y estaban realmente conmovidos.

Como de pequeño yo quería también ser chino, me ponía sus ropas anchas y oscuras para ir al colegio, con alpargatas negras, y me decían que estaba como una cabra. Y además comía con palillos. Por supuesto, cuando mis padres, alguna que otra vez, nos preguntaban a mis hermanos y a mí donde queríamos comer, yo siempre elegía un restaurante chino. Ahora, entre un grupo de personas que habían sido mi pueblo en la infancia, me sentí enternecido, delante de la tumba de un héroe perdido, y cuando ellos hicieron su saludo de respeto inclinándose delante de aquella lápida, yo hice lo mismo.

Me miraron extrañados, y se fueron con paso ágil. A lo mejor pensaron que estaba loco o algo así.

Yo me quedé allí un poco más.

Extracto de la novela "La ciudad del silencio", por David Bea

Ahora no se puede acceder a la fosa común

Me acabo de acordar de algo que me pasó cuando era pequeño con un conocido de la familia, un joven conflictivo al que mi padre –pastor protestante- estaba ayudando. Recuerdo que, paseando por un cementerio – ¿pero qué hacíamos allí?- me llevó a la fosa común, abierta por entonces, y donde echaban a los muertos que no habían tenido posibilidad de pagarse un rincón en este lugar. Nos acercamos, y no había ninguna valla que lo protegiese. Era un agujero lleno de montones de ropas, tierra, y alguna basura del lugar. De pronto, se subió encima de los montones y empezó a saltar. Yo no tenía ni idea de lo que hacía ni de dónde estaba montado.

- Corre, móntate, mira que blandito esta esto.
- ¿Qué hay debajo?
- Nada... pero corre, mira como boto.

Me subí al montón de “basura”, y tenía razón, botaba.

Así que allí estaba yo, encima de esos torsos desnudos, de esos brazos, piernas, cabezas, ropas y tierra, como si estuviera en una feria de barrio, encima de una cama elástica. Fue una sensación rarísima, y todavía, si me pongo, puedo recordar la sensación de lo que tenía bajo mis pies. Cuando se lo dije a mi padre, se puso terriblemente furioso. Me dijo que si yo sabía lo que había allí, yo le dije que no, y prefirió callarse, hasta algunos años después, que me lo dijo. Cuando lo hizo, me entraron escalofríos por todo el cuerpo, pensando la cantidad de personas muertas que había pisoteado en un momento.

Ahora no se puede acceder a la fosa común.

Extracto de la novela "La ciudad del silencio", por David Bea

Lo importante es ser consciente de ello

Cada verano lo encaro como un desafío (últimamente todo son desafíos) frente a ciertos personajes y/u obras a los que sé que tengo que decidar un tiempo especialmente extenso. Este año le ha tocado a la literatura norteamericana y británica contemporánea, pero sólo con autores muy reducidos y obras concretas que tengo pendientes.

Pero para empezar a situarme, y cómo ya había leído a algunos de esos autores elegidos, comencé un libro titulado "Hemingway contra Fitzgerald". No sabía dónde me metía. En sus páginas no sólo se hace un recorrido por la relación de estos dos autores, sino que, como buena biografía-ensayo que se precie, hace un recorrido por los diferentes temas que ayudan a entender el asunto en cuestión: La época, las circunstancias, personajes paralelos, y, sobre todo, varios estudios muy interesantes acerca de, por ejemplo, el alcoholismo en la literatura, la fama, la competitividad producida por una sociedad que sólo se centra en la figura y no en el arte, la formación de un escritor, etc...

Justo antes había leído la biografía de Anthony Burgess sobre Hemingway, y algunos libros más sobre él. También había quedado prendado, hace años, de "El Gran Gatsby" de Fitzgerald. Pero el autor del libro citado sobre estos dos escritores, Scott Donaldson, es perspicaz, honesto, profundo y ameno, y me los coloca en una dimensión más amplia y compleja.

Bueno, pues los libros se apilan sobre mi mesa casi por voluntad propia (la suya, aunque la mía colabora), y algunos ya leídos hace mucho más tiempo del que me gustaría reconocer. Es increíble cómo, a medida que pasa el tiempo, la relectura de libros que en su tiempo no te produjeron gran cosa, ahora cobren una importancia casi vital. La edad, la experiencia, la vida misma, te dan las claves para entender ciertas cosas.

Así que me zambullo es todo este itinerario vacacional, de precio muy económico pero de una influencia mucho mayor que el carísimo sol de un país donde los hoteles protegen a sus huéspedes para que no sepan la terrible pobreza que los rodea, y crean que el paraíso se paga a golpe de talonario. Mentira, mentira. El paraíso no existe en la tierra, y lo importante es ser consciente de ello.

Mientras tanto, "no te sientas incómodo; yo también he cometido errores". (F.S.F.).




El desafío nos conviene a los dos

Estoy paseando por las calles que me adoptaron durante mis días oscuros, que duraron un año. Hace tiempo que me sacudí el polvo de los zapatos, así que ahora, me es indiferente si alguien me grita en plena calle o me susurra desde un rincón. Ya sé donde voy, y de donde vengo (por ese orden) y en esas estamos.

Mi pasión por oler libros viejos (y, a veces, comprarlos), beber cerveza en solitario y/o mirar el mar ajetreado es proporcional a un dolor de cabeza realmente insoportable. Pero ahora, en este momento, soy feliz, degustando ese momento fugaz de eternidad, como díria Lewis. Y como la buena y la auténtica felicidad, me la bebo a grandes sorbos y de forma rápida antes de que se me escape en la siguiente parada.

Esta noche doy un concierto para unos amigos que no conozco de nada. No sé lo que esperan, pero seguro que no esperan lo que yo espero, y eso es bueno. El desafío nos conviene a los dos.

Barcelona, viernes 10 Julio 2009

En mitad de un jardín...

Madrid, 10 de Junio de 2009.

Hoy he tocado algunas canciones en mitad de un jardín, rodeado de lámparas y cojines. Ha sido un tiempo hermoso, peligrosamente íntimo y abiertamente personal.

Un buen grupo de personas, algunos conocidos y otros desconocidos, amigos y visitas, me han dado la oportunidad de usar la guitarra y la voz para algo más que para entretener. Momentos como este me hacen sentir vivo... y útil.

Gracias a todos por vuestra apertura de corazón.

Nos vemos!

Después de un invierno largo...

Comenzamos nueva etapa.

A punto de finalizar el disco que me trae de cabeza los últimos años, "Fotografías", y habiendo degustado de nuevo el sabor de la carretera después de una larga temporada en otra dimensión, estoy preparando una serie de conciertos, sin más pretensiones que tocar. Esto significa justo eso: Liberado de cualquier atadura artística comercial (excepto la de hacer música, que es la mejor) volveré a recorrer todos los rincones en los que pueda alzar la voz y hacer sonar la guitarra y el resonator, con la armónica acompañándome.

A veces estará el Sr. Josue Bea al Lap Steel o al Dobro, en ocasiones la mágica Inma Lara a la voz, en otras Mrs. BBea haciendo sublimes pianos, voces cómplices u organos misteriosos. Las sorpresas aparecerán cuando menos lo esperemos, que para eso son sorpresas.

Empezaremos este verano, y acabaremos...

Estás invitad@.

"Después de que un invierno largo y triste ha cubierto nuestros llanos de nieblas oscuras, llega un día desde el Sur apacible que borra de los cielos enfermos toda mancha que sea indecorosa"
John Keats

Me voy a limitar a olvidarme de mí mismo

"Voy a dejar de hurgar en mí mismo para descubrir a qué categorias psicológicas o sociales podría pertenecer. Mayormente, me voy a limitar a olvidarme de mí mismo, y realizar mi labor"

Clyde Kilby.

Eso exactamente vengo haciendo (o tratando de hacer) en los últimos años. Mi corazón era mi becerro de oro, y a él le sacrificaba todo para que estuviese contento, situado y en paz. Pero era falso, así que perdí gran parte de mi vida en estupideces autocompasivas, débiles visiones revestidas de magnificiencia y pomposidad artística y una locura transitoria fruto de una ridícula estética aprendida conscientemente.

Y se acabó.

Ahora, "mayormente, me voy a limitar a olvidarme de mi mismo, y realizar mi labor": Predicar las Buenas Nuevas, cantar Canticos Nuevos (alegres y tristes; no todo lo nuevo tiene que ser apacible) y correr lo más rápido posible cuando pase por callejones oscuros.