A la espera de la brisa y las hojas amarillas

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Ocupado en una "multitarea" impuesta, donde se mezclan el estudio de los profetas mayores y menores, algunos viajes nada organizados, la ya casi finalización de mi obra musical "definitiva" (ja!) como es "Fotografías", la lectura de diversos libros biográficos de personajes tan dispares como John Wesley, Martin Luther King Jr., mi amado C.S. Lewis, el gran Johnny Cash, Billy Graham o la maravillosa Charlotte Brönte, la recuperación, en parte, de mis estudios de literatura inglesa, junto a la "noble" tarea de dar a luz a una nueva criatura y la nada poética formación (larga y pesada) como programador informatico, me ha sido imposible escribir nada en este espacio.

De todas formas, todo sea dicho, el verano es un bluff para sentirse siquiera inspirado. Siempre he usado esta época del año más para seguir formándome, que para crear nada en ningún área. Hasta mi trabajo con mis nuevas canciones se ha reducido a mezclar, más que a componer o grabar nada. El verano es para sentirte niño otra vez, y olvidarte de tu alma otoñal meláncolica y sufriente para desparramarte entre las olas del mar y el sol del mediodía. Incluso hay libros que no son para estos días. Justo ahora, he comenzado la biografía de Charlotte Brönte, escrita por su amiga Elizabeth Gaskell, pero he de reconocer que dicha lectura éstaría mejor arropada entre lloviznas y tardes oscuras, que a más de cuarenta grados y el aire acondicionado "suicidándote" los huesos lentamente.

Hubo una época en la que el verano olía a Paul Auster, Joseph Conrad o Jack London. Supongo, y digo bien, supongo, que debería volver a ciertos rincones, sólo por averigüar que es lo que se ha quedado en el camino. Pero bueno, a la espera de la brisa y las hojas amarillas, un sol más tímido y días más ocuros, donde mi pipa vuelva a deleitarme con olor a cereza y chocolate, me despido de mí mismo soñando de nuevo con reencontrarme.