Perdiendo las claves entre el cinismo y los mares del Sur


Ayer me hubiera gustado escribir algo, pero, por supuesto, perdí las claves para entrar en este diario. Que casualidad, ¿no?: He llegado a perder un llavero inmensamente grande de mi padre en un autobús, me he dejado ropa por todos los rincones de este extraño país, olvido el lugar donde mi coche está aparcado, y, si me dejas en un ciudad, me pierdo -incluso en la mía-. Y si no, que se lo pregunten a Petrixtol, a ver que hago si me dejas solito en mitad de un casco urbano... vamos, contesta, bandido.
No iba a ser menos en este vasto mundo virtual...
En las últimas semanas he escrito unas cinco canciones increíbles -duras, difíciles y dolorosas, pero honestas- he escrito dos pares de artículos muy intensos -y algo pesados- de corte espiritual/bíblico/vivencial -frente a la teología sistemática me quedo sin pensarlo con la bíblica-. He terminado "David Copperfield", ese libro que todo el mundo conoce pero nadie ha leído -reivindiquemos a Dickens, por favor. ¿No nos cansamos de tanto cinismo?...- Ahora estoy leyendo la biografía de John Wesley, el hombre que impidió una revolución sangrienta en la Inglaterra del siglo XVIII, como la que se produjo en Francia, con la sóla predicación de las Buenas Nuevas -sí, esa que es locura a los que se pierden-.
Mis altavoces expulsan la música de Damien Rice, Neal Cassal, Shooter Jennings, y a mis siempre bien amados Mahler y Vaughan Williams, cuya música aún te hace creer que hay rincones desde los cuales se puede soñar con cierto romanticismo. Si te descuidas, y abres tus sentidos, te puedes ver surcando el mar, como polizonte en un barco de mercancias rumbo a los lejanos mares del Sur...
Una película de aventuras: "Las montañas de la luna", basada en hechos reales, sobre unos hechos concretos en la historia de aquellos hombres, Richard Burton y John Speke, exploradores de lo desconocido, cuyos perfiles inmensos de valor, honor -a su manera cada uno- y pasión deja en pañales sucios a esta generación de imberbes, quejumbrosos, vacuos, ignorantes y cobardes.
Buenos días.