El Hombre de Negro

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"El hombre de negro", me dejó completamente sorprendido. No sabía que el gran Cash hubiera profesado fe cristiana de esa forma tan inmensa, tan real, tan... Sin embargo, "La Autobiografía" que se acaba de publicar en español es aún más penetrante. Desde los años, desde la experiencia que huele la muerte, -la vejez, en definitiva- sus palabras cobran mucho más peso, y su imagen se engrandece a medida que muestra su parte más humana, su humildad y su contundente pero sensible manera de ver las cosas.
Lo que más conmueve, entre otras cosas, es su nobleza a la hora de hablar de los necesitados, de los pobres, los sin techo, los presos, los condenados por la sociedad, los ignorados y olvidados. Su vuelta a Dios es absolutamente dramática y absorvente en su lectura. Consecuente -como dice mi amigo Ignacio Juliá (que si no se hace cristiano después de leer este libro es porque no lo ha traducido él): "No votó a Nixon pero tampoco a Clinton"), amante de los suyos, un hombre que respiraba, comía, y producía música de forma constante. Un hombre calificado en este estúpido e ignorante país por algunos como "fundamentalista radical", pero que le importaba un pimiento si algunos amigos le dejaban por su fe; no serían amigos. Pasaba por encima de las críticas con una mirada tan profunda que las deshacía todas sin decir una sola palabra.
Como dice el propio Juliá en el prólogo -un prólogo que habría que enmarcar al completo, grande grande-: "... contradice cualquier tendencia a honrar como mitos a quienes mueren jovenes y hermosos. Nos equivocamos, los verdaderos héroes son los supervivientes, quienes se agarran a las ondulaciones de la existencia, sus altibajos y contradicciones, y luchan infatigablemente contra su intrínseca futilidad. Johnny Cash fue uno de ellos... un hombre de su tiempo en un negocio, el musical, que ido premiendo cada vez más desvergonzadamente la juventud banal y conformista frente a la sabiduría del individualista añejo.". Si en algo discrepo de lo expuesto es que si hubiéramos visto a Morrison, Jones, Joplin, Bohnam o Hendrix en sus últimos días, eran de todo menos hermosos.
De todas formas, estas palabras me levantan el espíritu en un martes tan banal y conformista. Y vuelvo a recordar: "Vanidad, todo es vanidad.". Johnny Cash me ha enseñado -entre otras muchas cosas- a mantener mis principios con dignidad mientras mi música crece con ella, a levantar la cabeza bien alta mientras mis canciones fluyen con naturalidad, y a vivir como un artista comprometido con su tiempo, su fe y su arte.